¿En qué idioma ladro?

El otro día iba caminando por la calle, tranquilo, cuando escucho a una persona rezongar al perro con una frase digna de un drama familiar:
¡No entendés lo que te digo! ¿En qué idioma hablo?

Me quedé duro. El perro, por supuesto, lo miraba ladeando la cabeza, con esa cara de “te sigo la corriente, pero en realidad estoy pensando en si me van a dar comida o no”. Y ahí me cayó la ficha: a veces nos relacionamos con nuestras mascotas como si fueran familia humana, hijos, hermanos, primos, etc.

Y la pregunta inevitable es: ¿qué pasaría si el perro realmente contestara? La escena hubiera sido gloriosa

El problema es que, salvo que seas el Doctor Dolittle, Antonio Madrigal o un engendro escapado de la isla del Dr. Moreau, hablar en un mismo idioma con un animal es científicamente imposible. Y tal vez esa sea nuestra suerte, porque si el perro tuviera la posibilidad de poner en palabras lo que piensa, estoy seguro de que no sobreviviríamos a tanta sinceridad.

Yo me imaginaba al pobre bicho acumulando reclamos, esperando el momento perfecto para largar todo junto:
¿Cinco minutos? Te fuiste tres horas. ¿“Solo un baño”? Terminó siendo veterinario + perfume de bebé + un moño ridículo. Te banco porque no me queda otra, pero que sepas que no soy tonto.

Y lo más gracioso es que nosotros creemos que “no nos entienden”. Por supuesto que nos entienden, solo que filtran. Para ellos, el diccionario humano se reduce a tres palabras: “callate”, “paseo” y “vamos”. Todo lo demás es ruido blanco con voz aguda.

El silencio canino, pensándolo bien, es un regalo. Porque nunca te van a decir nada de la música que escuchas, nunca van a decirte que tus historias de Instagram son patéticas y jamás van a reprocharte los 15 intentos de dieta que abandonaste en dos semanas. Eso sí es amor incondicional.

Pero claro, que pasaría si se inventara el “Google Ladro”, un traductor de ladridos en tiempo real.

Yo, por las dudas, paso, no lo compraría. Prefiero seguir escuchando ladridos, porque si un día la mascota empieza a hablar, capaz que la primera frase que me suelta en plena calle es:
Mirá, todo bien… pero el verdadero problema de comunicación lo tenés vos.

Y yo, sinceramente, no estoy preparado para esa clase de terapia.

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