Lo que pasó en el Senado con Sebastián Da Silva y Nicolás Viera no es una excepción: es más bien la prueba de que nuestro Parlamento ya no es un templo de la democracia, sino un after donde se grita más de lo que se legisla, solo que con menos música y más gente en saco y corbata. Antes, uno imaginaba un debate parlamentario como un duelo de ideas, argumentos sólidos y palabras elegantes. Ahora, lo más parecido a un argumento es un “¡put$ de mie#da!” lanzado con la misma sutileza con la que se tira un ladrillo en una vidriera.
Y claro, después viene la parte más sanadora: las disculpas. Ese momento zen donde el ofensor, con el aura del arrepentimiento por las nubes, nos explica que “lamenta haber reaccionado así”…como si hubiera resbalado en una cáscara de banana verbal y el insulto se le hubiera escapado.
En este contexto, yo me encuentro atrapado en una encrucijada emocional: Parte de mí se ríe como si estuviera viendo un capítulo de Casados con Hijos, y la otra parte quiere pegarse un corchazo…pero no en la cabeza, sino en algún lugar más estratégico, que me permita seguir respirando pero me ahorre el riesgo de dejar más descendencia y condenar a mis hijos a vivir en este circo político.
Porque, vamos a ser honestos: si este es el nivel de quienes nos representan, ¿qué podemos esperar del resto? Si el Senado es el “más alto” órgano deliberativo, entonces la vara no es que esté baja, está enterrada.
Yo sé que en teoría debería indignarme, reclamar más seriedad, exigir que se respete la investidura y muchas cosas más…pero me pasa lo mismo que con esas películas malas que son tan malas que terminan siendo divertidas: no puedo dejar de mirar. Y eso me preocupa. Porque quizás el problema no sea solo de ellos. Quizás el problema es que yo, vos, y todos nosotros, ya nos acostumbramos tanto a este show, que lo consumimos como entretenimiento en lugar de política.
Y mientras tanto, la próxima vez que en el Senado alguien se levante para hablar, yo ya voy a tener el pop listo…y el seguro del arma de aire comprimido, por si me tienta apuntar un poquito más abajo de la cintura.