No sabemos en qué momento exacto el resfrío dejó de ser una simple molestia nasal para convertirse en una forma de vida, pero acá estamos: con mocos como ideología y papel higiénico como sistema de defensa. No somos ciudadanos promedios…somos sobrevivientes. Criaturas invernales domesticadas por la congestión y el malhumor. Una especie en evolución constante: un humano resfriado en clima hostil.
Observemos, con el respeto que merece toda tragedia, no tan menor, a este ejemplar de invierno.
Primero, las ojeras extremas. No son ojeras normales. Son cráteres emocionales, una mezcla entre insomnio, rabia pasiva y acumulación de estornudos nocturnos. Hablan de noches mal dormidas, almohadas empapadas y posiciones absurdas buscando respirar por al menos una fosa nasal.
Luego, la cara de gripe, esa expresión entre lástima y amenaza. No quiere contagiarte. Solo quiere vivir. Pero al parecer, eso ya es pedir demasiado. Ojos llorosos, cachetes rojos, nariz brillosa como señal de auxilio: la biología rendida ante un virus con complejo de celebridad.
Seguimos por los bolsillos, que no son bolsillos: son farmacias portátiles. Antigripales, caramelos de menta, pañuelos descartables arrugados, tal vez algún ibuprofeno solitario y un poco de vergüenza personal. Porque el resfriado no solo afecta tu salud: también desmantela tu estética. Y todo entra en esos bolsillos: el caos, la fe en la medicina, y el recuerdo de que una vez fuiste una persona digna.
El papel higiénico en el bolsillo lateral es otro signo de resignación. Porque todos sabemos que el pañuelo descartable es un lujo. Pero el rollo de papel…ese es tu compañero real. Duele, raspa, pero siempre está. Como un amigo que te hiere con la verdad.
Y no nos olvidemos del gorro, la bufanda, las botas, las capas de abrigo superpuestas como un castillo de tela. No por estilo, sino por necesidad térmica. Porque el aire te agrede, y el invierno no perdona. Cada paso en la calle es un poema de resistencia nasal.
Este personaje no necesita hablar. Es mejor que no lo haga, de todas formas no se le va a lograr entender nada. Su imagen lo dice todo: está peleando la batalla diaria del invierno con las armas que tiene. Un ejército de mocos, una moral en descenso y un alma congelada.
Y sin embargo… va. Camina. Se presenta. Hace fila. Trabaja. Vive…….congestionado, pero vive.