Pituca

El otro día vi una chabona

por la terminal de ómnibus

que tenía una valija vieja

de cuero y sin rueditas.

 

El sombrero vino tinto

ocultaba su pelo con una finura

impropia de este siglo.

Sus ojos para todos lados

revoloteo de rímel y labios

pintados rosa chispa de ángel.

 

Ella entre la multitud

va y viene

es diamante pedorro vestido

con tapado de piel

de dinosaurio vivo.

Unas plumas sacadas

de algún carnaval carioca

decora las muñecas de la mina.

 

En la mano izquierda

papel y guante finuli

se alzaban vamos carajo

contra los bajos grados

de la cumbiancha que sonaba

en la esquina mis versos hacen pis.

 

Yo, en ese momento, fui

imán pavada serotonina

y el campo magnético

se volvía chiquito

entre nosotros

muchos señores de distancia.

 

¿Cómo se dice

cuando querés nombrar

las cosas que pasan

en el momento preciso

que pasan sin dejarlas ir?

 

Quería saber su nombre,

buscadora la veo salir

al mundo de la terminal

con su bártulo color caca

y algunos qué sé yo

dentro de mi garganta

los suyos encuentran hogar.

 

Cruzó la puerta dejando

humo olimpo cháchara

atrás poemas de esqueletos

le decían hasta luego

protocolar después nunca.

 

Sin detener su paso

enterró la guachina

sus zapatos importados

enseguida se mezclaron

con los restos de lluvia

pampeña la noche anterior.

 

Calle sin asfalto vuelta

un pelotero barroco

donde una mala pisada

podía ser golpazo para la memoria

y eso le pasó a la chica.

 

Ahora era varias manchas tierra

en su silueta fifí residuos

salían de su piel gea.

Por un instante fue reina

barro cloacal y agua estancada

donde trono podrido

hacen corona las moscas.

 

Rápido fui a su ayuda

le ofrecí mi mano árida

soporte para volver al punto

antes de la caída.

Tocarla quiso decir

embarrarme entero

frente a frente le pregunté su nombre.

 

Poesía me llamo, contestó, ¿y vos?

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