
No hago ejercicio porque soy un producto evolutivo refinado.
¡Por fin! Años de críticas de conocidos por mi falta de estado físico, de terminar pidiendo oxígeno con señas tras subir cuatro pisos por la escalera, y de doctores que me insisten en que camine al menos treinta minutos por día… ¡Todo eso acaba de caer por tierra! Gracias, Harvard. Gracias, ciencia. Gracias, evolución. Ahora…