Voy a comenzar con una confesión personal, casi como una catarsis necesaria. He vivido innumerables encuentros desafortunados con inodoros (mejor conocidos como waters o «vater») en estado deplorable. Sí, soy una de esas almas que, contra toda esperanza, ha abierto la puerta de un baño público esperando encontrar un refugio de paz y limpieza, pero me ha topado con lo impensable: un inodoro que parece haber sido víctima de un ataque biológico. No puedo contar cuántas veces, al entrar a uno de estos templos de necesidad fisiológica, he sentido la traición de quienes llegaron antes que yo. Porque si hay algo que debería ser ley universal es esto: usar la escobilla después de cada uso.
Los baños se han llenado de carteles. «No tirar yerba en las papeleras», «Por favor, cierre la puerta», «No lave el mate en la pileta», pero ¿dónde están las advertencias sobre la escobilla del inodoro? ¿Acaso no merece este noble implemento su propia nota de agradecimiento, o al menos de recordatorio? Al parecer, muchos la ven, la ignoran, y siguen adelante, dejando detrás de sí el rastro de sus crímenes. Y allí quedo yo, frente a ese espectáculo dantesco, preguntándome qué clase de sociedad estamos creando.
No puedo ser el único. Seguro que te ha pasado lo mismo. Has entrado confiado, y al ver el estado del inodoro, retrocedes un paso, reflexionas y te preguntas si aún tienes tiempo para huir sin dejar rastro. Pero no deberíamos tener que vivir así, en constante temor de lo que el próximo inodoro nos deparará. Es hora de alzar la voz (y las manos, en este caso, con la escobilla) y devolver el respeto y la decencia a nuestros baños.
¿Cómo algo tan simple puede quedar tan olvidado? La escobilla, allí al lado, brillando por su ausencia en el uso, como un soldado que fue ignorado en medio de la batalla.
Manual básico de cortesía:
Para evitar que más personas sufran estos encuentros traumáticos con inodoros en estado lamentable, aquí dejo un breve recordatorio de cómo y cuándo usar la escobilla. Porque, señores y señoras, extraterrestres y extraterrestras, monos y monas, bípedos y bípedas, todos sabemos cómo, pero al parecer, lo hemos olvidado:
1. Uso apropiado: Una vez cumplida tu misión y tirado de la cadena, si ves que algún souvenir de tu paso por el baño ha quedado en las paredes del inodoro, ahí es cuando entra en acción la escobilla. No la mires con miedo, no es un monstruo. Simplemente agarra su mango, frota con decisión las zonas afectadas, y deja el inodoro en un estado decente para la humanidad.
2. Enjuague: Mientras usas la escobilla, el agua que queda en el inodoro debería ayudar a limpiar tanto las paredes como la propia herramienta. Cuando termines, agita un poco la escobilla en el agua para que no quede residuo alguno. Y no te preocupes, no va a explotar si la usas con fuerza.
3. Mantenimiento del héroe: Una escobilla limpia es una escobilla feliz. Si notas que la pobre ya ha visto demasiados días de batalla, suelta algunas gotas de limpiador o detergente en su base de vez en cuando. ¡Un héroe también necesita cuidados!
Y por si su presencia, y sus usos genera dudas, acá una leve ayuda para saber en qué NO debes hacer con la escobilla (aunque lo hayas pensado):
No es un palo de golf: Aunque el inodoro te inspire, no es el momento ni el lugar para imitar a Tiger Woods.
No la utilices para re-decorar: Sí, puede parecer tentador crear formas abstractas con lo que quede adherido, pero por el bien común, dejemos el arte fuera de este escenario.
No es una varita mágica: Frota, pero con sentido. No pienses que por agitar la escobilla el problema desaparecerá solo.
No es un peine: existen otros elementos con mejores resultados a la hora de peinarnos.
No es sustituto del papel higiénico: por más que la emergencia te lleve a pensar que puede ser usado en el lugar del papel, no, no es recomendable. Mejor chequear que el baño cuente con papel antes de entrar o en su defecto utilizar medias.
En resumen, sugiero que los baños incluyan una nueva nota en sus paredes: «Gracias por utilizar la escobilla. No solo estarás limpiando el inodoro, estarás limpiando tu conciencia.»
Porque todos nos merecemos un baño digno. Y sobre todo, merecemos que la próxima persona en entrar no se lleve un susto de proporciones épicas.