El gen Gremliniano

Que llueva no es novedad. Que las personas empiecen a desarrollar una fobia como si fueran Gremlins, aquellos bichitos verdes malhumorados, de orejas y dientes punzantes que salían del cuerpo de Gizmo cuando se mojaba, tampoco es gran novedad, pero no deja de ser algo anormal. Estoy cada vez más seguro de que el gen Gremliniano existe, porque no hay ser más malhumorado que el que, atrapado por una tormenta sin haberlo previsto, sale a enfrentar la furia del agua y su propio destino.

 

Unos días atrás, por ejemplo, a plena tarde y cuando aún quedaban muchas horas de sol, el cielo decidió que ya era de noche. Se puso negro como boca de lobo, y el resultado fue una estampida inversa en los lugares de trabajo: nadie quería irse. Las excusas se sucedían como si fueran el pronóstico del tiempo: «Mejor esperamos a que aclare un poco, ¿no?», «Capaz que sale el sol en media hora», o mi favorita, «Vamos a tener que sacar los remos por las ventanas del auto».

 

 

Y es que el séptimo arte nos ha permitido muchas libertades visuales para que las cosas sean más atractivas (o no), pero la representación de los Gremlins, con sus orejas puntiagudas y su humor de perros mojados, es la más certera cuando hablamos de alguien a quien la lluvia lo sorprende. ¿Quién no ha sido testigo de un buen rosario de verborragia negativa y despectiva con respecto a la lluvia? Que si nos mojamos, que si nos salpicó un auto, que si pisamos una baldosa traicionera y nos empapó los pantalones…Pero gente, es agua, no ácido. Como mucho, nos resfriamos, o en el peor de los casos, nos engripamos si nos quedamos mojados. Pero no, por ahora el agua no es causa de muerte directa, por lo menos en estas zonas, porque por más que las calles se conviertan en ríos, ninguno nos va a llevar al ahogamiento.

Lo curioso es que la transformación es real. La lluvia toca a alguien y, de inmediato, su rostro se desfigura, su humor cambia, y las ansias de matar se traducen en una buena puteada. Y lo peor: desarrollan un odio visceral hacia todo aquel que permanece seco. Es como si el hecho de estar secos fuera un crimen en medio de la tormenta.

Entiendo que se nos complique el tema de la ropa. Entre el aguacero y la humedad, uno termina inventando cualquier cosa para secar alguna prenda. Yo mismo he recurrido a secar medias en el microondas adentro de una taza (así no se me entreveran ni se me pierde ninguna), me llegó como una simple cadena informativa y terminó siendo una solución real, y lo recomiendo totalmente. Ahora, la parte que decía de secar la ropa en el horno no es tan recomendable. Ahí entras en un terreno peligroso. Si no lo cronometrás, terminás con todo quemado, y no hay nada peor que oler a humo en un día de lluvia.

 

Así que cuando llueve, prefiero quedarme en casa, o en su defecto bajo algún techo. No porque tenga miedo a transformarme en un Gremlin, sino porque temo cruzarme con uno de esos bichos acuafóbicos, dignos poseedores de rótulos que los definen como team verano y team Sol, y terminar siendo el blanco de su amor y cariño. Porque claro, si la lluvia no da tregua, ya sabés que más de uno va a convertir su frustración en catarsis y saldrá a repartir insultos como si fueran paraguas rotos.

 

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