El Gran Salto: De los Cassettes a los Primeros CD’s, la Democracia del Error Musical, la Vieja Guitarra y la Era de la X FM
Crecer en Uruguay en los años 90 y 2000 fue como vivir en la intersección de dos mundos: uno analógico y otro digital, un pie en los cassettes y el otro en los CD’s. Si eras adolescente en esa época, sabías que la música no solo estaba en el aire, estaba en el alma de todo lo que hacíamos. Y ahí, en el centro de nuestra revolución musical, estaba X FM, una emisora que cambió la forma en que muchos de nosotros vivíamos el rock.
Cuando uno piensa en esa época, no puede evitar recordar la transición de los cassettes a los primeros CD’s grabables, un paso que parecía simple pero que marcó un antes y un después en la vida de los que crecimos esperando frente a la radio para capturar el hit del momento. Con X FM, por fin había una radio que nos hablaba a nosotros, a los que buscábamos una alternativa a la música tropical o comercial que dominaba las ondas radiales. Era la emisora que, sin exagerar, abrió un universo nuevo para los amantes del rock en Uruguay. Entre canciones de Nirvana, Pearl Jam, No Te Va Gustar y Buitres, fuimos moldeando una identidad que llevaba la música en la piel.
El ritual de grabar cassettes directamente de la radio fue la norma por muchos años. Si lograbas que el locutor de la X FM no hablara encima del final de la canción, ya te sentías como un pequeño genio. Rebobinabas con una lapicera Bic, ajustabas la cinta cuando se enredaba, y siempre había algún compilado casero que pasaba de mano en mano entre amigos, como si fuera el tesoro más valioso. Pero luego llegaron los CD’s grabables, y con ellos, una nueva revolución tecnológica.
Las primeras grabadoras de CD’s eran el equivalente a tener una nave espacial en casa. De repente, podías tener tus propias copias digitales de discos completos. El problema era que, en un proceso que implicaba varias horas de esfuerzo y la siempre latente posibilidad de error, esos CD’s grabados rara vez salían perfectos. Y aquí es donde nace la verdadera democracia del error musical. Porque aunque todos teníamos el mismo disco copiado, lo más probable es que todos tuviéramos también los mismos errores.
Me acuerdo especialmente de los discos de The Offspring y Sublime. En esa época, cuando conseguías una copia de esos álbumes, sentías que habías tocado el cielo. Pero, al cabo de unos meses, y luego de escuchar esas versiones «piratas» mil veces, te enterabas de que en realidad le faltaban algunos temas en comparación con los originales. ¡Y nosotros ni siquiera lo sabíamos! Para todos los que habíamos copiado ese disco en particular, esa era la versión «definitiva». No fue hasta años después que, al comprar el CD original o encontrarlo en alguna tienda de segunda mano, nos dimos cuenta de que habíamos estado viviendo una especie de ilusión colectiva. Offspring tenía más temas, y Sublime también. Pero para nosotros, esa versión con saltos o canciones incompletas era la realidad. Y la amábamos igual.
La X FM jugó un papel clave en esa época. Con su programación enfocada en el rock, nos presentaba bandas que, de otra forma, habrían pasado desapercibidas en los medios tradicionales. Fue también la primera emisora en darle un espacio real al rock nacional emergente. Gracias a la X FM, varias bandas locales emergentes como encontraron un público que los seguía fervorosamente. Escuchar una canción de estas bandas en la radio te hacía sentir que formabas parte de algo grande, de un movimiento.
Por supuesto, la música no solo la escuchábamos, también la empezábamos a tocar. Fue en esa época cuando agarré por primera vez la vieja guitarra de la familia. Estaba ahí, medio abandonada, con las cuerdas oxidadas y el mástil algo torcido, pero no importaba. Para mí, esa guitarra representaba la puerta de entrada a un mundo nuevo. Como muchos adolescentes de esos años, empecé a sacar los primeros acordes de Come As You Are de Nirvana, una canción que, por su sencillez y su potencia, se convirtió en el himno de aquellos que estábamos dando nuestros primeros pasos en la música. Repetir una y otra vez esos primeros punteos me hacía sentir conectado con algo más grande, con esa escena musical que la X FM nos traía cada día.
Una X FM que también supo tener un canal de Youtube, y un programa, donde mayormente, un joven Kairo Herrera nos llevaba a los post y pre conciertos, armado con un viejo micrófono, acercándonos a todos esos que solíamos escuchar en la programación. Aquellas aperturas de los programas con Green Day sonando, son aún imposible de olvidar.
Y si hablamos de la X FM, no podemos olvidarnos de la mítica Fiesta de la X. Para muchos de nosotros, fue uno de los primeros grandes eventos a los que asistimos. La Fiesta de la X no era solo un festival de música, era una experiencia completa, un ritual de iniciación. Con varios escenarios y una interminable lista de bandas nacionales e internacionales, la fiesta se convirtió en un símbolo de lo que significaba ser joven y vivir la música en Uruguay. Recuerdo esa mezcla de emoción y nerviosismo, primero al tratar de dibujarte mentalmente las recorridas de escenario en escenario, tratando de que los horarios no se pisaran para poder escuchar a las bandas que más te gustaban, y después al entrar por primera vez al predio, viendo cómo miles de jóvenes, y bueno, no tan jóvenes, compartían esa misma pasión. Fue ahí donde, por primera vez, vi en vivo a muchas de las bandas que hasta entonces solo había escuchado en la radio o en esos CD’s copiados con errores. Estar en medio de la multitud, saltando y cantando, era la culminación de años de escuchar y sentir la música como parte de mi vida.
Lo que hizo especial a esa época fue la imperfección. La música que escuchábamos no era perfecta, nuestros discos no eran perfectos, nuestras guitarras estaban desafinadas, pero todo eso formaba parte de la experiencia. Había una magia en esos errores, una conexión que iba más allá de la calidad del sonido o de la perfección técnica. La música, con todos sus defectos, nos unía, nos hacía sentir parte de algo más grande.
Hoy, cuando miro hacia atrás, recuerdo esos días con una mezcla de nostalgia y gratitud. Los cassettes, los CD’s grabados con errores, la vieja guitarra desafinada y la X FM fueron el hilo conductor de una adolescencia vivida al ritmo del rock. Fue una época de descubrimiento, de cometer errores felices y de celebrar la música en todas sus formas. Y aunque ahora la tecnología nos ha dado acceso a versiones perfectas de cada canción, hay algo en aquellos discos incompletos que sigue siendo insuperable. Porque al final del día, lo importante no era la perfección, sino la sensación de pertenecer a una comunidad que compartía la misma pasión, los mismos errores, y, sobre todo, el mismo amor por la música.