En un mundo lleno de tanques blindados, aviones caza y submarinos nucleares, Uruguay… bueno, Uruguay decidió ir por otro camino. Según el famoso Global Firepower Index, ocupamos un glorioso lugar en el ranking de países con mayor poderío militar en América Latina. Claro, glorioso si entendemos «poderío militar» como una competencia de quién tiene más chatarra acumulada en hangares y puertos. Con un puntaje de 1.9695 (porque esos decimales siempre suenan más serios), superamos o equiparados a grandes potencias como… Honduras y Guatemala. Y cuidado, que Panamá, que creo en mi vago conocimiento, no tiene ejército, nos pisa los talones. ¡Qué orgullo!
El siguiente es el listado de 19 países de América Latina evaluados en su poderío militar por el Global Firepower Index.
Brasil: 0.1944 puntos.
Argentina: 0.3823 puntos.
México: 0.4274 puntos.
Colombia: 0.7347 puntos.
Chile: 0.8121 puntos.
Perú: 0.8475 puntos.
Venezuela: 0.9447 puntos.
Cuba: 1.1869 puntos.
Ecuador: 1.2388 puntos.
Bolivia: 1.4851 puntos.
Paraguay: 1.7053 puntos.
Honduras: 1.9629 puntos.
Uruguay: 1.9695 puntos.
Guatemala: 2.1301 puntos.
Nicaragua: 2.4889 puntos.
República Dominicana: 2.7431 puntos.
El Salvador: 2.8204 puntos.
Panamá: 3.3388 puntos.
Beliz: 3.6437 puntos.
Pero bueno….no nos adelantemos. Antes de reírnos de nosotros mismos, recordemos que, aunque el ejército uruguayo no tenga armas de destrucción masiva, sí tiene un talento único: comprar aviones y barcos tan obsoletos que hacen parecer moderno a los Nokia 1100 negros, inquebrantables, e inmortales. Uno podría preguntarse si los uruguayos compramos estos vehículos bélicos en MercadoLibre o si los encontramos en la sección de antigüedades de algún bazar internacional. Por supuesto, el verdadero reto no es usarlos, sino mantenerlos funcionando. Porque ¿repuestos?, ¿quién dijo repuestos? ¡Esos aviones y barcos fueron fabricados en una época en que la televisión era en blanco y negro y nadie había escuchado hablar de internet! Tal vez es hora de abrir un museo militar y, ya que estamos, cobrar entrada para pagar la caja de los retirados militares.
Ah, sí, la caja militar. Ese pequeño misterio financiero que sigue existiendo como si estuviéramos preparándonos para la invasión de Marte. Mientras el resto de la población debate si vamos a tener que trabajar hasta los 90 para pagar nuestras jubilaciones, los militares uruguayos disfrutan de un régimen que parece sacado de un sueño dorado. Uno se pregunta: ¿seguimos necesitando un ejército con tantos beneficios para defendernos de…quién exactamente? ¿De las vacas rebeldes que se escapan del campo?
Pero no todo es tan gris, queridos lectores, porque si bien Uruguay no necesita aviones que vuelen o barcos que floten, lo cierto es que las Fuerzas Armadas tienen su momento de gloria en tierra firme. Sí, porque cuando las cosas se ponen feas, léase inundaciones, incendios, pandemias, o cuando alguien se pierde en algún monte, ahí están nuestros militares, listos para ayudar. Y hay que decirlo: en situaciones de emergencia, los muchachos responden. Claro, no están disparando misiles ni piloteando cazas supersónicos, pero rescatan gente, distribuyen comida, distribuyen y custodian las urnas, y arman campamentos mejor que nadie. ¡Poderío logístico, «inteligencia militar» o «militar inteligencia», señores!
De hecho, si vamos a ser justos, el ejército uruguayo podría cambiar su lema a algo más acorde a su realidad: “No volamos, no navegamos, pero te rescatamos del barro”. Porque la verdad es esa: cuando todo se viene abajo y el caos reina, los militares uruguayos se arremangan, y a pesar de no tener el arsenal de Rambo, cumplen funciones sociales más que importantes.
Sin embargo, cuando nos ponemos a pensar en la famosa Caja Militar, la duda sigue flotando como uno de esos barcos que no zarpan. Mientras todos discutimos si la reforma de la seguridad social nos hará trabajar hasta que se nos caigan los dientes, los retirados militares parecen vivir en un paraíso fiscal propio, con beneficios que ni el Banco Mundial podría sostener sin sudar un poco. ¿Es esto justo en un país que no ha tenido una amenaza militar seria desde…bueno, desde que Artigas andaba a caballo? Tal vez es momento de reconsiderar cuánto estamos dispuestos a gastar en una estructura militar que parece más simbólica que funcional.
Y no es que queramos eliminar las Fuerzas Armadas, por supuesto que no. Pero, ¿es realmente necesario tener aviones que no vuelan y barcos que no navegan? ¿Y qué pasa con la famosa «modernización»? Porque cuando hablamos de modernizar, no estamos diciendo que los soldados usen smartphones en lugar de radios de la Segunda Guerra Mundial, o lleven colgadas cámaras GoPro, o se hagan sorteos mensuales para ver quien lleva los lentes de visión nocturna, sino que tal vez, solo tal vez, podríamos dejar de comprar tecnología que ya fue retirada en otros países.
Así que, mientras seguimos discutiendo si necesitamos más aviones que no vuelen o barcos que no floten, tal vez es hora de darle a nuestro ejército un nuevo enfoque. Porque, seamos sinceros, ¿quién necesita un tanque cuando lo que realmente necesitamos es que alguien venga a rescatarnos cuando la ruta se inunda? Al final del día, tal vez el verdadero poderío no se mide en armas ni en aviones, sino en las veces que los militares uruguayos logran mantenernos a flote (literal y figurativamente) cuando la cosa se pone fea.