Profesiones: Mecánico

El mecánico: el doctor de fierros que habla en otro idioma.

El mecánico, otra de esas profesiones que amamos odiar. Y ojo, como con el dentista, tampoco es culpa exclusivamente de ellos. Parte del odio que les tenemos nace de nuestra propia ignorancia, porque vamos a ser sinceros: ¿cuántos de nosotros entendemos lo que realmente pasa bajo las chapas que hacen de piel en el auto? Lo justo y necesario para no quedar como completos ignorantes cuando el mecánico empieza a hablar de correas de distribución, bujías y no sé cuántos filtros. Y claro, en vez de admitir que no entendimos ni la mitad de lo que dijo, nos limitamos a asentir y soltar un «Sí, sí, tiene razón, mejor cambie todo, por si acaso.»

 

Así es como empieza el ritual: llegás al taller y el auto empieza a hacer ruidos raros, a veces suena como una licuadora rota, otras veces como si tuvieras una orquesta sinfónica desafinada escondida en el motor. Y ahí te encontrás, tomando asiento en una sala de espera que parece haber sido diseñada para que tu ansiedad crezca, con ese olor a grasa y aceite de motor flotando en el aire, y las típicas sillas de plástico que te hacen replantearte por qué no aprendiste a arreglar tu auto solo. En la mesita del centro, un montón de revistas de autos de los años 90, donde te enterás que el Mitsubishi Eclipse era lo mejor que podías comprarte en 1998, y más allá, un cartel de seguridad vial que dice algo tipo: «Mantené tu auto en buen estado, tu vida depende de ello.» ¡Gracias por el recordatorio!

 

Cuando llega tu turno, el mecánico te mira con esa expresión mezcla de compasión y superioridad técnica. Es un lenguaje que nunca aprendiste, y es mejor que te mentalices para el diagnóstico más largo de tu vida. «Es que el alternador está fallando, y si no cambiamos la junta de culata y el filtro de aire, te va a empezar a hacer ruido la caja de cambios». Claro, lo más lógico es hacerte el entendido y asentir con un «Ah, sí, me parecía que era eso». No es diferente a lo que pasa en la consulta del médico: no tenés idea de lo que te están diciendo, pero algo en tu interior te dice que si no lo arreglás ya, tu auto (o vos) van a terminar en urgencias.

 

Es más, ahora que lo pienso, el paralelismo entre el mecánico y el médico no es ninguna locura. Ambos te hablan en un idioma técnico incomprensible, ambos te pasan una lista de cosas que “deberías haber revisado antes”, y cuando finalmente te vas, siempre sentís que te recetaron más de lo que necesitabas. ¿Y qué es el auto en nuestra vida moderna si no nuestro cuerpo extendido? Si te deja tirado en plena ruta, es casi lo mismo que te dé un infarto: el pánico es el mismo, y el costo de la recuperación también.

 

 

Pero lo mejor de todo es que el auto, al igual que el cuerpo, nunca se rompe de a poco, no. Un día anda perfecto, al otro parece que va a explotar. ¿Qué es lo primero que pensás? “¿Qué hice mal?” Es la culpa automática de quien no entiende lo que está pasando, pero sabe que algo no hizo bien. Lo peor es que el mecánico te lo confirma, te lanza esa mirada severa y te pregunta: «¿Cuándo fue la última vez que le cambiaste el aceite?» Vos sabés que esa respuesta viene con juicio incluido. Y ahí está la realidad: nunca cuidamos el auto como deberíamos, igual que no cuidamos nuestros dientes o nuestra salud en general.

 

Y como no podía faltar una denuncia pública, me tomo el atrevimiento de señalar al verdadero culpable de nuestro desinterés por el mantenimiento del auto: Los Supersónicos. Sí, la familia del futuro. Nos vendieron la fantasía de que para el 2024 íbamos a tener autos voladores que se manejan solos. ¿Para qué preocuparnos por la afinación de un motor si en un par de años solo íbamos a apretar un botón y el auto se arreglaba solo? ¡Mentira! Acá estamos, más cerca de rompernos los dedos intentando cambiar una llanta que de volar en el espacio.

 

Así que, cada vez que tu auto haga ese ruido extraño y te quedes mirando el motor como si estuvieras frente a un jeroglífico egipcio, recordá: no es tu culpa, es el auto el que está fallando… aunque el mecánico siempre te haga sentir lo contrario.

 

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