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El club del streaming

Durante un tiempo, y como si fueran vendedores insistentes, algunos conocidos intentaban convencerme una y otra vez de unirme al “club del streaming”. Pero yo, anticuado para algunas cosas, me aferraba con uñas y dientes a mis viejas costumbres, como si fuera un abuelo gruñón que se niega a aprender a usar un teléfono inteligente.

Cada vez que alguien me sugería un programa de radio en streaming, yo despreciaba la idea con una sonrisa de suficiencia, como si estuviera demasiado ocupado para adaptarme a la nueva tendencia de ver la radio, no solo escucharla, y dejar de lado las listas de mp3 que tenía guardadas o de las que me encargaba de tener de algún modo legal o de dudosa procedencia.

Quería mantener una postura de superioridad y negativa rotunda contra las nuevas formas de comunicación y entretenimiento, de la misma forma que lo hice contra las series en su momento. Hoy por hoy, es necesario aclarar, me he convertido en un devorador serial de series (un poco entreverado el concepto), y, que aún manteniendo cierto filtro, siento que lo voy perdiendo, y me veo en un horizonte cercano de repetir la historia de mi consumo desmedido de películas. Por ejemplo, estuve viendo una película de Transmorfers pensando que era la primera de los Transformers. Era de horrible calidad, y apenas dos segundos después de iniciada me di cuenta de que no era la que realmente quería ver. Estaba subtitulada en un español de algún país desconocido, con una calidad de sonido que parecía provenir de un parlante dentro de una lata en el fondo de la cisterna del baño, y a pesar de todo, la terminé de ver casi sin quejas. Y eso, eso es lo más leve que puedo contar.

Pero, un día, en un arrebato de curiosidad, quizás aburrimiento extremo, o al enterarme de que algunos personajes de mi alejada adolescencia y juventud tenían programas de streaming, decidí darles una oportunidad.

Y entonces, por supuesto, quedé atrapado. La calidad del sonido, la variedad de contenidos y la facilidad de acceso me golpearon como una sorpresa totalmente inesperada. Resulta que los programas de streaming no eran solo un capricho moderno, sino una verdadera joya de entretenimiento que había estado ignorando con arrogancia.

Así que aquí estoy ahora, tragándome mis palabras junto con los programas de radio en streaming que he elegido, porque como todo en la vida, y en botica, hay de todo para elegir.

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